...aunque estemos decididos a movernos por la ciudad eligiendo opciones sostenibles, lo cierto es que aún abundan las ciudades en que el sistema sigue haciendo todos los esfuerzos por ponernos difícil la cosa.

Es que cada uno de nosotros puede desplazarse a pie, en bici, incluso en longboard o patinete si de micromovilidad hablamos. También podemos optar por transportes urbanos como autobús o subte, reduciendo al mínimo el uso de nuestro auto particular.

Ahora bien, este concepto tan simple aún puede parecer un sueño utópico para quienes se encuentran en cualesquiera de la gran mayoría de ciudades en las que estas opciones no resultan tan sencillas.

Es que para que estas alternativas sean opciones reales, la ciudad en la que estamos debe contar con trazados que hagan accesible y seguro el uso de la bici y demás movilidades, que no sólo beneficiarán al ambiente sino a nuestra propia salud. Y para ello, quien debe garantizar que se den las condiciones es ni más ni menos que el Estado, tantas veces administrado por gestiones que se esmeran en ser el malo de toda película.

Mientras aguardamos a que el Estado garantice que tengamos acceso a las opciones de movilidad sostenible que necesitamos, y que de tenerlas seguramente ya las estaríamos eligiendo, podemos al menos comenzar por elegir un vehículo eléctrico cuando tengamos la posibilidad de cambiar nuestro auto particular actual. Esta opción y los híbridos comienzan a estar cada vez más presentes en los mercados del mundo, aunque éstos últimos tienen toda la pinta de ser sólo un emergente momentáneo de una industria que prefiere sostener lo insostenible todo el tiempo que se le permita.

Foto de Maxim Hopman en Unsplash

Si la oferta actual de este tipo de alternativas no satisface nuestras necesidades y terminamos cayendo en adquirir un vehículo a combustión, podemos al menos informarnos sobre cuáles son los valores de emisiones contaminantes de cada modelo y elegir así el más amigable con el ambiente, aunque a decir verdad sólo nos resignaremos a conformarnos con el menos antipático.

Si bien cuando hablamos de movilidad sostenible nos referimos básicamente a no dañar el ambiente, el mote de insostenible también aplica a que alcanzamos un punto en que se ha naturalizado lo que no es natural.

Morir en un accidente de tránsito por ejemplo, es algo que sabemos que puede ser evitado, asimismo lo que parecemos no saber que puede ser evitado es el estrés producto de las congestiones viales, la fatiga derivada de las eternas demoras por vernos forzados a recorrer eternos kilómetros para ir de casa al trabajo o a la escuela en ciudades mal planificadas o ni siquiera planificadas previamente, la violencia civil derivada de situaciones frustrantes originadas en las vías vehiculares o el desapego a nuestra empatía natural al volvernos cada vez más omnipotentes por caer rehenes de actitudes que llevan nuestro carácter al límite si no hacemos un dominio consciente de nuestras emociones.

Es sabido que la sostenibilidad es crucial para el futuro de nuestro planeta, pero también debemos comprender que los problemas derivados de la insostenibilidad de la movilidad afectan significativamente tanto a nuestra salud física como mental. Por lo tanto, es fundamental tomar conciencia de la importancia de abordar la movilidad insostenible y dejar de sostenerla de una vez por todas.